Villardeveyo y su nuevo camposanto

En la entrada inmediatamente anterior a esta, me ocupaba del proyecto de construcción de un nuevo camposanto para Pruvia el cual, muy probablemente, nunca llegó a construirse lo que obligaría, ante la situación de saturación, a labores de saneamiento del terreno, extracción de restos antiguos y poder así seguir dando servicio a la parroquia.

Nos movíamos entonces entre los años 1895 y 1896, y unos años después, concretamente en 1899 serán los vecinos de la parroquia de Villardeveyo quienes demanden de su ayuntamiento la búsqueda de un terreno en el que abrir un nuevo cementerio habida cuenta de la necesidad existente en ese lugar.

El 29 de abril de 1899 el pleno municipal se reúne para tratar el único punto del orden del día, que no era otro que el de dar lectura de una comunicación enviada al consistorio por el gobernador civil fechada cinco días antes, en la cual se informaba del envía a la máxima autoridad de la región, de una instancia firmada por el párroco de Villardeveyo, solicitando «se le conceda el emplazamiento de un nuevo cementerio».

Detalle del acta del pleno del 29 de abril de 1899.

Leída esa comunicación por el alcalde, Ramón García Miranda y Ablanedo, el pleno acuerda dar permiso a los vecinos de la parroquia «para que previas las formalidades legales, empiecen las obras una vez que son de urgente necesidad», como afirmaba el párroco en la instancia enviada al gobernador provincial. Es posible que el hecho de saltarse al ayuntamiento para recurrir directamente al gobernador, tuviera que ver con algún intento anterior, del que no nos ha llegado constancia, de solicitud al consistorio y que éste no hubiera atendido la petición vecinal.

Final del acta del pleno con las firmas de los concejales asistentes al mismo. No aparece la firma del alcalde.

La tramitación municipal volvió a llevar el asunto al plenario, esta vez el 2 de septiembre del mismo año de 1899, y de nuevo como único asunto a tratar por los concejales. En el mismo, será un edil, Ramón Martínez Coto, quien vuelva a poner sobre la mesa la necesidad de fijar «el emplazamiento de un nuevo cementerio católico», ya que al parecer el existente hasta ese momento «se halla completamente lleno de cadáveres y no reunir las condiciones higiénicas». Las mismas razones que habían esgrimido los vecinos de Pruvia en su petición unos años antes.

Con esa intención, una comisión municipal había recorrido la parroquia con el fin de buscar la nueva localización del equipamiento mortuorio, y se analizaron las condiciones de dos terrenos, uno «en el punto nominado Hero debajo De la Iglesia», y otro identificado como «Camperón en la hería de Barradiello, todo terreno propiedad de Don José Díaz y Díaz del Río de dicha parroquia», tal y como se puede leer en el acta del pleno.

Fragmento del acta del pleno del 2 de septiembre de 1899 donde se citan los terrenos examinados para construir el nuevo cementerio de la parroquia de Villardeveyo.

El primero de ellos, el Hero bajo la iglesia, presentaba los inconvenientes de no reunir «las circunstancias geológicas por hallarse en una situación demasiado pendiente y falta de viento Norte».

Mientras que el Camperón parecía más favorable al estar elevado al Norte, lo que favorecía que los vientos dominantes soplaran en dirección contraria al caserío, además de ser un terreno de naturaleza «silicio-calcárea y que reúne las condiciones legales para el objeto y que en sus inmediaciones no existen corrientes de aguas superficiales que puedan perjudicar a la salubridad pública».

Por todo ello, la comisión enviada sobre el terreno consideraba que esa ubicación era la mejor al reunir «unas excelentes condiciones para el objeto, tanto de capacidad como higiénicas».

Final del acta en la que se ponen de manifiesto las bondades del Camperón para acoger el nuevo cementerio de la parroquia.

¿Un nuevo cementerio para Pruvia?

En el siglo XIX se va a producir la construcción o remodelación de muchos de los cementerios de nuestro país, una vez que el espacio en el interior de las iglesias, lugar habitual de inhumación, se va colmatando hasta el punto de obligar a cerrar un buen número de ellas al culto, debido a los malos olores generados por la acumulación de cadáveres en su interior.

La normativa que regula las construcción de camposantos obligaba a buscar terrenos en los que se pudieran excavar tumbas de al menos dos metros de profundidad, alejados de viviendas, que los vientos dominantes fueran contrarios a los lugares habitados para evitar la llegada de posibles olores, y que no hubiera corrientes de agua próximos que pudieran llegar a contaminarse y generar un problema de salubridad a la población que dependía para el suministro de agua de fuentes cuyas aguas son de origen subterráneo o de corrientes de agua superficiales de distinta entidad. De ahí la importancia de evitar que un cementerio pudiera llegar a contaminar ese suministro de agua, y evitar así enfermedades infectocontagiosas como el cólera o el tifus.

Nuestro concejo no fue inmune a esa tendencia a la construcción de nuevos camposantos, como podemos ver en las actas municipales de finales del siglo XIX, en las que podemos encontrar noticias acerca de, al menos, la intención de llevar adelante esas construcciones en al menos dos de nuestras parroquias, como son Pruvia y Villardeveyo. A la primera dedicaremos este artículo y dejaremos la segunda para uno próximo.

El 21 de diciembre de 1895, el alcalde dio cuenta en el pleno municipal de una queja de los vecinos de Pruvia acerca de las malas condiciones en las que se encontraba el cementerio «por ser insuficiente y hallarse completamente saturado de materia orgánica el actual», ante lo cual el pleno decide encargar al maestro de obras Ulpiano Muñiz Zapata el levantamiento del plano de la nueva necrópolis y convocar una reunión de la Junta Local de Sanidad.

Detalle del acta de fecha 21 de diciembre de 1895.

Parece una inocentada pero no lo es, decir que el 28 de diciembre se reunió la Junta Municipal de Sanidad para tratar un único punto del orden del día: el nombramiento de una comisión que tendría la misión de buscar un nuevo emplazamiento para el cementerio de Pruvia.

Unos días antes, el 25, el plenario municipal había acordado llevar adelante esa iniciativa, y ahora se acordó formar una comisión integrada por Froilán Menéndez Prado y Rafael Álvarez García, ambos miembros de la Junta Municipal de Sanidad, para que giraran una visita a la parroquia y analizar la idoneidad de una finca situada en Los Peñones y cerciorarse especialmente «si puede darse [a] las sepulturas el máximo de profundidad que está prevenido e informarse respecto a las condiciones ecológicas e higiénicas del terreno».

Acta de la reunión de la Junta Municipal de Sanidad del 28 de diciembre de 1895.

Esa Junta de Sanidad volverá a tratar el asunto el 18 de febrero del año siguiente, con el fin de que los dos encargados de estudiar el terreno presentaran las conclusiones extraídas en su visita, conclusiones que no pudieron ser más favorables ya que los vientos reinantes eran contrarios a las viviendas más próximas, el terreno permitía dar a las sepulturas profundidad suficiente y no existían corrientes de agua susceptibles de contaminación. Por todo ello la comisión «tiene el pleno convencimiento de que el punto elegido llamado los Peñones para el emplazamiento del cementerio tiene las más excelentes condiciones para el objeto, tanto de capacidad como higiénico».

Once días después de esa sesión, el alcalde, Ramón García Miranda y Ablanedo, popularmente conocido como Ramonín de Puga, informaba al pleno de la apertura del correspondiente expediente para seguir adelante con la tramitación administrativa que llevara a la construcción de nuevo cementerio de Pruvia, punto que fue aprobado por unanimidad por los concejales presentes, así como hacer una consignación presupuestaria en las cuentas municipales en una cantidad sin especificar, y elevar ese presupuesto al gobernador civil para que éste diera su visto bueno.

En esa sesión plenaria se informa de que la finca de Los Peñones tenía una superficie de 1.200 metros cuadrados, extensión que «permitirá dado el número de defunciones anuales que se calculan no ser necesario remober [sic] restos mortales durante un periodo de veinte años».

Acta de la sesión plenaria del 29 de febrero de 1896.

El gobernador civil fue sensible a la petición municipal, como se pone de manifiesto en el pleno del 11 de junio de 1896, en la que se afirma que el proyecto cuenta con el visto bueno del gobernador, por lo que se decide incoar un expediente de expropiación forzosa del terreno en el que está previsto levantar el nuevo cementerio, al no existir acuerdo con la propietaria del mismo y vecina de Oviedo, Amalia González de Candamo.

Como dijimos antes, se trataba de una finca de 1.200 metros cuadrados llevada en régimen de colonia entre José Casaprín y la propietaria de la misma, en la que además del espacio destinado al último descanso de los fallecidos, se tenía previsto levantar un depósito de cadáveres, una capilla y una casa para el capellán. Lamentablemente, de este asunto no ha quedado más rastro en la documentación de las actas de los plenos municipales o de la Junta de Sanidad.

La posible construcción de un nuevo cementerio en Pruvia se trató por última vez en el pleno del 11 de julio de 1896.

Un conflicto entre los vecinos de la parroquia y su párroco en 1919, y del que se hizo eco el periódico El Noroeste, nos aporta otra información importante acerca de este camposanto y que no es otra que el mismo no era propiedad De la de la iglesia, sino que la misma recaía en los vecinos al haber sido ellos quienes habían levantado el mismo, como pone de manifiesto el vecino Florentino Pardo Trabanco en la carta que aparece publicada en la edición del 31 de octubre de 1919, explicando como el cura Jesús González, quiso conceder la propiedad de una de las tumbas a un vecino de la parroquia lo que levantó las protestas de los vecinos, al considerar que el párroco estaba ejerciendo un derecho que no le correspondía, impidiendo con ello, además, que pudieran enterrarse los restos de la hija de un convecino.

Por lo que afirma Florentino en su carta, el párroco reaccionó de forma poco educada y, al parecer, respondió a los vecinos diciendo: «Me tratan ustedes como a un monterilla, y quiero decirles que el cura de Pruva no teme más que a Dios y a las moscas». Vista la situación, lo vecinos giraron visita al obispo del que obtendrían finalmente el reconocimiento de la propiedad vecinal del cementerio y solución al problema.

Carta del vecino de Pruvia Florentino Pardo Trabanco publicada en El Noroeste el 31 de octubre de 1919.